

Pero la cuestión no es la cantidad, sino de dónde la van a sacar las entidades financieras. Además, el Gobierno de Estados Unidos agravó la situación al establecer que la conversión de sus acciones preferentes en ordinarias se hará únicamentecomo último recurso siempre que los bancos no son capaces de captar el capital de inversores privados.
Muchos analistas habían restado ese dinero a la hora de calcular lo que los bancos necesitarían captar realmente en el mercado, pero ahora tienen que volver a incluirlo.
Esta situación puede provocar una auténtica guerra entre entidades para atraer el favor de un dinero que, hasta ahora, ha sido enormemente escaso. La primera muestra de esta posible carrera ya se ha producido. Anticipándose a los acontecimientos las entidades Morgan Stanley y Wells Fargo anunciaron antes de que se publicaran los resultados de los test su intención de ampliar capital de inmediato. Ya se sabe, el que da primero da dos veces.
Pero una guerra así dejaría todo el poder en manos de los inversores. Serían ingenuos si compraran acciones o bonos de un banco que necesita capital si existen dudas sobre su capacidad de obtener todo el capital de fuentes privadas, porque nadie quiere acciones de un banco participado por el Gobierno.
Es decir, los inversores no acudirán a estas ampliaciones si temen que otros inversores no lo harán... la pescadilla que se muerde la cola. Sabiendo que los bancos tienen que vender a cualquier precio, los gestores de fondos, por ejemplo, podrán enfrentar a unos con otros. La conclusión era muy seria: los test han terminado, el estrés no.