

Han sido necesarios varios meses de intensas negociaciones para que el Senado de los Estados Unidos de luz verde a la reforma del sector financiero más ambiciosa desde la década de los treinta. El proyecto que cuenta con más de 2.300 folios ha sido aprobado por 60 votos a favor y 39 en contra y cambiará los métodos de supervisión de la banca por parte del Gobierno.
La intención de ésta nueva ley es aumentar la protección del consumidor y controlar más al sector financiero para evitar en lo posible que se vuelvan a cometer los excesos que nos han llevado a esta difícil situación económica mundial. La ley establece por primera vez una regulación de los derivados, mercados muy especializados y de complicado funcionamiento. Además, se establecen muchos límites a la gestión bancaria, entre los cuales está el de usar su propio dinero para invertir junto a sus clientes en mercados especulativos, y se establecen requisitos más duros a la hora de estudiar su riesgo o ampliar su capital.
La nueva ley obligará a las entidades financieras a diferenciar sus negocios vinculados a los mercados de derivados, y proporciona al Gobierno la capacidad de intervenir entidades al borde de la quiebra y la posibilidad de liquidarlas de forma ordenada.
Otra de las propuestas de Obama es la de crear una agencia independiente encargada de vigilar la venta de productos financieros a particulares. La ley establece también nuevas reglas para la concesión de hipotecas, con la intención de prevenir posibles abusos como los que contribuyeron a la caída del sector inmobiliario. La supervisión de las grandes firmas será ahora más profunda con el fin de detectar lo antes posible la existencia de un problema e intentar atajarlo rápidamente.
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